La última noticia que llega desde China es un gran varapalo para el mundo de la comunicación. Según informan hoy algunos diarios, el Gobierno chino ha negado la renovación de su visado a la periodista estadounidense Melissa Chan.
La corresponsal de Al Jazeera en inglés desde China, llevaba
trabajando en este país desde 2007 sin problema alguno para renovar su permiso
de residencia. Pero a la hora de renovar el visado para el presente año
comenzaron las complicaciones. En lugar de ser acreditada para todo el año, se
le acreditó para dos meses, ampliándose más tarde el permiso un mes más.
Finalmente cuando fue a pedir que se le aumentara la concesión se la denegaron.
Desde hace 13 años no ocurría
algo por el estilo. En aquella ocasión las víctimas fueron un corresponsal
alemán y otro nipón. A diferencia de ese caso, todo ha ocurrido más rápidamente,
sin dar tregua. La medida tomada en esta ocasión, ha llevado a la empresa
catarí a cerrar su oficina. Según apuntan corresponsales de otros medios, la
expulsión de Chan está enmarcada dentro del nerviosismo presente en el Gobierno
chino por las revoluciones vividas recientemente en los países árabes y que han
mostrado el papel de los medios en nuestros días. Este país cree que la
presencia extranjera, en este caso en forma de informadores pudiera introducir
en su sociedad ideas revolucionarias capaces de alterar el orden público, desencadenando
en lo vivido en la “primavera árabe”.
Además del control existente por
miedo a las revueltas árabes, el Gobierno chino vigila muy de cerca a los
periodistas extranjeros que han dado información acerca del disidente ciego
Chen Guangcheng, así como relacionados con información de terreno tibetano. El
informador está siendo acosado, vigilado y con la pérdida del visado por parte
de Chan, amenazados con sufrir la misma suerte que la estadounidense.
Según informa hoy José Reinoso,
corresponsal de El País en Pekín, esta medida es percibida como un intento de
intimidar a los periodistas extranjeros, ya que este mismo año se celebra el
XVIII Congreso del Partido Comunista Chino, cita de gran interés para el
Gobierno, de ahí el nerviosismo que se respira.
Lo que queda bastante claro es
que lo que se pone en juego es la libertad de información. El Estado está luchando
contra un derecho recogido en el artículo 19 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos.
Por otro lado, choca que la
expulsión de Melissa Chan haya tenido lugar días después de la conmemoración
del Día Mundial de la Libertad de Prensa -3 de mayo-. El Gobierno comunista no
conseguirá acabar con la libertad de pensamiento a través de la persecución de periodistas
extranjeros, ya que seguirán existiendo medios sociales y blogueros dispuestos
a dar su visión sobre la situación del país, así como hacer llegar pensamientos
externos a la burbuja comunista. A fin de cuentas, no podrán acabar con la
libertad de prensa, ya que esta es necesaria para transformar las sociedades.
«Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de
expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus
opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de
difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión» (Artículo 19 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos)
Melissa Chan, periodista de la cadena catarí expulsada de China |
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